

Mucho se ha hablado de la contaminación en la zona sur y de cómo cada día este factor va en aumento y de cómo se podría evitar cuando la leña es el principal medio de calefacción en nuestro frío territorio austral.
Pero no todos miden las consecuencias de cómo podría influir este cambio, cuando además piensan en hacerlo con carácter de obligatorio, y lo que podría desencadenar en la población.
Por un lado, tenemos el factor económico, el que nos dice cuanto es la relación de precio y calidad de comprar una cocina a leña, ya sea combustión normal o combustión lenta, en comparación de una a pellet. Sin duda la diferencia es muy grande, más del doble del valor, cuando hablamos de una buena estufa que reúna “Todas las condiciones de seguridad”.
Hoy una cocina a pellet la encontramos desde los $650.000.- hacia arriba y llegando hasta los $1.800.000.- App. en las italianas que han ganado fama de ser las mejores por sus estándares de seguridad, elegancia y confort.
También existen las adaptadas más baratas, donde algunos maestros han hecho mutaciones de las cocinas de combustión lenta, instalándoles una cámara al lado como depósito de pellet. Pero según los mismos expertos en seguridad no dan garantías de su óptimo funcionamiento y seguridad.
Pero en este caso qué está haciendo el Gobierno y el ministerio de Medio Ambiente para incentivar este gran cambio. La verdad no mucho, ya que la fiscalización en días altos de contaminación, es casi nula y los incentivos económicos solo los hemos escuchado para las ciudades de Osorno y Valdivia.
Para que esto de un buen resultado debe existir la subvención estatal y crear un verdadero aporte para que la gente se cambie a este sistema y también asegurar el abastecimiento de este pellet y no pase lo de años atrás cuando se produjo escases y falta de insumos para su elaboración y menos se produzca corrupción y monopolio en los precios. Solo así podremos tener buenos resultados.