Opinión: La ética es esa añosa y a ratos olvidada disciplina que diferencia el buen del mal obrar.
Bernardo Berger Fett
Diputado de la República
Aristóteles sostenía que toda acción humana se realiza en virtud de un fin, y el fin de la acción es el bien que se busca. Por lo tanto el fin debe identificarse con el bien.
Así, con tristeza y pesar, debo declarar que la ética está temblando en Chile, y triunfando la indiferencia, la desidia, la visión cortoplacista, la arena chica, la desvirtuación de las prioridades, lo fácil.
Me desconcierta como un grupo de colegas rechazó las conclusiones de la comisión investigadora del Sename. Lo digo con total pesar pero con profunda responsabilidad, luego de más de un año donde he participado, conocido y, en algunos, investigado irregularidades en el trato de menores que tuvieron la desgracia de caer bajo tutela del Estado con resultado de muerte en 1.313 casos.
No puede ser que pese más el blindaje político que la muerte de niños, el cálculo político más que la vida de personas. Es un contrasentido ético viniendo de los mismos que por 30 años han hecho gárgaras y carrera con los derechos humanos.
Escuché a un ministro decir que no es culpa de alguien específico, porque falló el Estado en su conjunto. Pero el Estado lo componen personas con nombres y apellidos, con cargos, responsabilidades y tareas definidas. Como excusa es francamente inaceptable.
Indigna que algunos borren con el codo lo que escriben con la mano, que confabulen para que la verdad no aflore, y que todo ello se haga con la venia y coordinación del gobierno de turno. Y por más que busco, no logro ver el bien superior, ese que enuncia la Etica, que algunos quieren salvaguardar al echarle tierra al caso, salvo que la dama de la justicia sea zurda y tuerta.
No veo marchas, protestas, manifestaciones en las calles ni demandas ciudadanas. Será porque los niños del Sename no influyen en los medios. Tampoco, salvo excepciones puntuales, no veo una sociedad comprometida de verdad con estos menores silenciosos. Fui uno de los dos parlamentarios que en 2016 firmamos las dos acusaciones constitucionales, y que este 2017 respaldamos el informe, hoy rechazado, convencido de la necesidad de verdad y cambio. Y probablemente seguiremos dando la batalla, pública o silenciosa, para que las 1.313 muertes y la dignidad de otros tantos que aún están vivos no queden como tantas cosas en este país, como un mero recuerdo de la pauta noticiosa.